miércoles, 27 de abril de 2016

El SISTEMA UNIPASTORAL ¿ES ESCRITURAL?

¿Qué dicen las Escrituras?
“Y constituyeron ancianos en cada iglesia…” (Hch.14:23)
“Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia…Les dijo…Mirad por vosotros, y por todo el rebaño en el que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar (pastorear) la iglesia del Señor” (Hch. 20:17-28)
“Pablo y Timoteo… a todos los santos en Cristo que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil.1:1)
“Por esta causa te dejè en Creta, para que…establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo mandé” (Tit. 1:5)
“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia” (Stg. 5:14)
“Ruego a los ancianos que está entre vosotros… Apacentad (pastoread) la grey de Dios que està entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino  voluntariamente.” (1 Ped.5:1-2)
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles: a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros.” (Ef. 4:11)
“Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación.” (1 Cor.14:26)
¿Dónde se encuentra en la Escritura el mandato de que un hombre sea líder espiritual y la autoridad de la iglesia local? Un examen cuidadoso de las Escritura citadas lleva a las siguientes conclusiones:
1. El patrón del Nuevo Testamento es para que la iglesia sea guiada, no por un “pastor” solitario, sino por un grupo de hombres, designados en la Escritura como “ancianos” o “sobreveedores”. Está claro que estos dos términos se refieren al mismo oficio, (“anciano” aparece para referirse al oficio mismo, “sobreveedor”-obispo- a la función del oficio).
2. No hay ninguna alusión a un oficio de “pastor” en la iglesia local separadamente o superior al de anciano. Estas Escrituras muestran con sencillez que los ancianos o sobreveedores, se les ha dado el papel primario de pastorear el rebaño. Generalmente hablando, “pastor” es el nombre que describe al que tiene el don espiritual, y enfatiza su trabajo de pastorear. El término “anciano” describe el carácter del hombre que ocupa ese oficio. Son términos intercambiables (aunque puede haber otros aparte de los ancianos que ejerzan un dos pastoral: Maestros de la Biblia, por ejemplo). Si, Dios ha dado “algunos como pastores”, pero en ningún lugar en las Escrituras se refiere a nadie como el pastor de una congregación. A menos que alguien piense que estamos especulando sobre palabras, déjeme que recalque que la terminología no es la clave del asunto aquí. El punto que debe tenerse en mente con claridad es que, en el Nuevo Testamento, las iglesias nunca fueron pastoreadas por uh hombre, cualesquiera que fuera su título o designación, sino siempre por un grupo de hombres. No leemos nada de ningún “pastor mayor” (ni “misionero mayor”) que tenga más grado, debido a su tiempo en el ministerio, ni tampoco hay nada acerca de un anciano presidente, ni “obrero” que figure como anciano en varias congregaciones de una zona (que sería como los obispos católico-romanos). De hecho, tales títulos se hallan cerca de la blasfemia, ya que Cristo es “el Príncipe de los pastores” (1 Ped. 5:4).
3. La implicación clara es que los ancianos normalmente son establecidos por el Espíritu Santo de dentro del cuerpo local, no llamado o importado de fuera, y ciertamente no de los rangos de un “clero” profesional. No puedo evitar el creer que el proceso de “búsqueda pastoral” moderno de hoy en día es una penosa ofensa al Espíritu de Dios: los “candidatos” con sus resúmenes, las negociaciones de salario, los sermones de prueba, todo lo demás que va con el proceso no bíblico de “llamar” a un pastor u obrero a tiempo completo (lo mismo da llamarle de una manera que de otra). De nuevo, nuestra pregunta debe ser: ¿Dónde se halla todo esto en la Escritura?
4. El ministerio público de la Palabra no es para ser confiado a un hombre en una iglesia local, ni aun a los ancianos como grupo. Este ministerio está abierto para cualquier hermano que ha sido divinamente dotado para esto, y no depende de haber sido “ordenando” por autoridad humana. Pablo no estaba escribiendo a un círculo de clérigos “ordenados” cuando dijo: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina…” etc. (énfasis añadido). Aparte de la cuestión de si todos los dones mencionados por Pablo en este versículo siguen operando en la iglesia, ¿tiene esta breve vista de la iglesia del Nuevo Testamento el más mínimo parecido al ministerio singular de hoy?
Consecuencias tristes
La mayoría de las iglesias de hoy en día confían el liderazgo del rebaño y casi todo el ministerio público a un pastor solitario, quien ha sido elegido de entre el “clero” profesional, importado de fuera de la iglesia, contratado para recibir un salario convenido (en oposición al soporte voluntario por sus servicios. ¿Puede el lector, con su Nuevo Testamento abierto ante él, negar que éste es un desvío drástico del patrón escritural? Sin duda lo es, y ha tenido severas consecuencias en la vida  espiritual de nuestras iglesias.

¡seguirá…!

lunes, 11 de enero de 2016

SENTIDO DE LA HOMBRIDAD

EL SENTIDO DE LA HOMBRIDAD
Tenía razón Carlos Wagner al afirmar que: “Hay algo más raro que un gran hombre: es, un Hombre”. Es verdad que es más fácil ser médico, abogado, literato, artista o ingeniero, que hombre. Y por lo mismo de ser la profesión de hombre la única universal, es ella a la vez la más básica e importante de las profesiones humanas.
¿Qué significa ser hombre, todo un hombre? ¿Dónde se encuentra un verdadero humano y como se conoce? Creyeron encontrar uno aquellos campesinos ibsenianos que salieron al encuentro del  joven clérigo Brand, al haber cruzado éste, en frágil  botecito, las aguas  embravecidas de un fiord noruego, para cumplir con lo que creía su deber. “Hace tiempo que nos hablan del buen camino”, dijeron a Brand, “y nos indican con el dedo. Más de uno lo ha señalado, pero tú eres el primero que lo ha seguido. Un millón de palabras no valen lo que un hecho. Por eso venimos a buscarte en nombre de todos, porque lo que nos hace falta es un hombre”. También Pilatos aquel escéptico y timorato gobernador romano de Judea, creyó ver todo un hombre en cierto reo que le hicieran comparecer ante él en ocasión inolvidable. “Ecce Homo”, dijo a los ruines acusadores del Nazareno. “He aquí el hombre”.
La cualidad del hombre, en el sentido cabal de la palabra, Unamuno la ha llamado “hombridad”. Nos cuenta, en uno de sus ensayos, que, leyendo al gran historiador y psicólogo portuguez Oliveira Martins, le hirió la imaginación la voz “hombridade” que éste aplicaba a los castellanos. “Hombridade” le pareció un hallazgo.  Conforme la emplea Unamuno, esta voz encierra cualidades más amplias que la simple probidad u honradez indicada por “hombría de bien”. Su sentido es mucho más comprensivo y viril que “humanidad”, o “humanismo”, Voces que se hallan estropeadas por oler a pedantería, a secta, a doctrina abstracta. Hombridad es “la cualidad de ser hombre, de ser hombre entero y verdadero, de ser todo un hombre”. “¡Y son tan pocos los hombres”, agrega Unamuno, “de quienes pueda decirse que sean todo un hombre!”.
Adoptando esta simpática acuñación lingüística del Gran Vasco –quien, dicho sea de paso, es uno de los ejemplos más legítimos de la hombridad en la escena contemporánea- Vamos a ensayar el retrato de un verdadero arquetipo humano.
 El hombre verdadero ha de ser, en primer término, la negación de ciertos arquetipos bastardos que gozan todavía de mucho prestigio, ya sea entre las muchedumbres, ya sea entre la élite intelectual o social.
1. Un arquetipo humano muy clásico, que goza de notorio prestigio entre cierto sector de la sociedad, y en algunos países más que en otros, se llama Don Juan Tenorio. Don Juan, que recibiera primero personalidad literaria en “El burlador de Sevilla”, de Tirso de Molina, comparte con Fausto el triste honor de ser el personaje más universal de la literatura europea desde el Renacimiento a esta parte. ¿Quién es Don Juan? Por cierto que entre los Don Juanes de Tirso, de Zorrilla, de Moliere, de Byron y los de una ciudad sudamericana, hay marcadas diferencias de sensibilidad moral. En el fondo, sin embargo, son idénticos. Don Juan no cambia; blasona siempre la misma enseña: “Yo y mis sentidos”. Pero, con todas sus bravatas y aires de guapo, es una perfecta calavera a quien la lujuria ha entontecido. Es rara vez un gran apasionado; antes casi siempre un frio calculador. Hace alarde de su libertad. Vive, no obstante, en la esclavitud más absoluta, ya que lo manejan a su antojo los impulsos de la carne o los mandatos irresponsables de un perpetuo “porque sí”. Hace poco el distinguido médico español Dr. Marañon dejó caer una bomba en el campo tenorista, llamando a Don Juan, “una monstruisidad biológica”. Empero merece éste el calificativo, pues no tiene vuelta de hoja que así moral como físicamente resulta ser anormal.
Pero hay muchos jóvenes, por desgracia, que sin convertirse en Don Juanes de oficio, creen que para ser hombres hay que  tomar lecciones en la escuela de Tenorio. Recuerdo el triste caso de un mozo peruano que fue aclamado héroes por un grupo de compañeros suyos, al descubrirse que aquel había contraído una de las enfermedades que van a la zaga del tenorismo. En opinión de esos jóvenes ingenuos, aquel se había hecho ya hombre. Pero un hombre es otra cosa. Un hombre reconoce que el instinto sexual es perfectamente natural, tan natural como cualquier otro, adopta entonces frente a él una de estas dos actitudes. Sin reprimirlo, para que no forme en su personalidad complejos freudianos, lo sublimiza, buscando alguna actividad de orden superior que absorba su pasión. O, de otro modo, canaliza honradamente su instinto dentro del cauce del matrimonio, aceptando y aun persiguiendo las consecuencias naturales que le trae la fundación de un nuevo hogar.
Creo que si reflexionaran un poco los jóvenes sobre las posibles consecuencias que acarrea a otros una pasión irregular, repudiarían para siempre todo amago de tenorismo. No olvidaré nunca una experiencia que tuve en la ciudad de Valparaíso. Había dirigido unas palabras de aliento a un grupo de mozuelos, vendedores de diarios, que concurrían todas las noches a una clase que organizaba para ellos la Asociación Cristiana de Jóvenes de aquella ciudad chilena. Al retirarme luego del local pregunté al secretario que me acompañaba: “Cómo explica usted  el contraste tan extraordinario entre los semblantes hermosos e inteligentes de muchos de esos muchachos y lo harapos que visten y la posición social que ocupan?” Mi compañero me contestó con estas palabras tan trágicamente sugestivas: “Ninguno de ellos conoce a su padre”. Y ¿esos padres? Tenorios de una capa social superior.
2.- Otro arquetipo humano, más culto y correcto quizá, pero no menos bastardo y subhumano, es el “snob”. El “snob” pertenece a la Antigua y Aristocrática Orden del Pavo Real. En virtud de la sangre que corre por sus venas, o la posición social que ocupan, o las propiedades que poseen, o la cultura que han adquirido, los miembros de esta orden sienten el más alto desdén por los demás hombres, ante quienes no pierden  oportunidad de pavonearse, cuidando de no alternar con nadie que no sea de su círculo.
En lo  social el “snob” es a menudo un hermoso animal que, al no encontrar la sociedad genial de los suyos, muestra preferencia por la de los canes y caballos. Fue pensando en esta rama del “snobismo” que Bernard Shaw dijo aquello de que: “Es permitido a las damas y a los caballeros de hoy tener amigos en las perreras, mas no en la cocina”. Por cierto que resulta asombrosa y desconcertante la cantidad de gente que pone de manifiesto su subhumanidad, tirando más a lo canino y lo caballar que a lo humano.
Otra especie de “snob” se dedica a las letras. Lo que persigue el “snob” literario es el lucimiento más que el alumbramiento. Tiene obsesión de la forma, preocupándole poco el fondo. Blasonando la jerga de “el arte por el arte”. Pasa la vida rebuscando cortes y colores nuevos, resultando de esta suerte sastre de lo efímero, cuando debería hacerse escultor de lo eterno. Los únicos aspectos de la vida que le interesan al “snob” son los vistosos y llamativos. Espectador sentado en su torre de marfil o su tallado balcón aristocrático, mantiénese alejado de todo contacto con la  vida real y verdadera. Jamás se le ocurre poner su talento al servicio de una idea o causa nobles.  Y cuando se da el caso, como a veces sucede, de que un “snob” de las letras escribe un libro de fondo, lo hace casi siempre sobre los temas que están de moda. Al ocuparse de problemas humanos, cuida mucho de no tocar los aspectos de dichos problemas que estén candentes en su propia tierra. Tratar temas escabrosos podría traerle muchos inconvenientes. Conozco una gran obra de sociología escrita por un profesor sudamericano, en que no se trata interesaba tan sólo la opinión crítica extranjera y nada el bienestar nacional.
Los tales carecen de hombridad. Son todos ellos hombrecillos, traidores a la bondad, a la belleza, a la verdad o a la patria. Es también traidor y maldito todo sistema educacional que tiende a producir tipos que  vivan desdeñosamente apartados de la eterna realidad humana y de la realidad actual de la patria.
3.- El tercer arquetipo de hombre que carece de hombridad es el ególatra. Este hace del Yo y sus intereses el móvil de toda actividad. Pretende crearse un cosmos que gire sobre el eje de sí mismo. Don Juan era egoísta, pero no ególatra, ya que sus acciones no estaban inspiradas en la idea objetiva del Yo, sino en una simple pasión carnal. Lo propio podría decirse del “snob”. Este actúa indudablemente por egoísmo, pero mientras lo que le mueve es el buen tono o la buena opinión de alguna élite, lo que mueve al ególatra es el afán desmedido de colocarse a sí mismo en el centro de todo cuadro, haciendo que todo le sirva de medio para la realización de sus fines, sin que él sirva de medio para ningún interés ajeno.
Seguir en todo instante la voluntad y el interés propios, sin consultar para nada los ajenos, no es  sino una forma aristocrática de la locura. El perfecto voluntarioso, con todos sus aires de caballero independiente, está poseído del demonio más trágico de todos, el demonio del Yo. Nadie puede hacer obra `perdurable que tenga por único móvil una ambición egoísta. Tarde o temprano el endemoniado del “Yo” caerá de bruces en uno de sus vuelos temerarios, por encontrarse en las alturas con el ventarrón de alguna ley universal. “Las estrellas desde sus órbitas pelearon contra Sísara”, dice el antiguo “Libro de los Jueces” y Victor Hugo pregunta en “Los Miserables” “¿Quién ganó la batalla de Waterloo?... Y contesta: ¡Fue Dios!”
Quizás el más perfecto ególatra que nos ofrece la literatura es el Peer Gynt de Ibsen. Adoptando éste de joven la enseña de “Ser yo mismo”, se lanza al mundo en busca de fortuna. Tras una serie de peripecias por países extranjeros, en el curso de los cuales se ha hecho y perdido varias veces ingentes fortunas, vuelve siendo hombre ya de barbas blancas, a su tierra natal. Camino de su aldea, entra en una vieja huerta conocida. Alza en la mano una cebolla y empieza a sacarle las telas. A cada tela que sale le da el nombre de algún papel que ha desempeñado en su vida…El náufrago arrojado por el mar sobre playa americana, el de cazador de focas en la bahía de Hudson, el de buscador de oro en California…hasta llegar por fin a lo que debía  ser el corazón de la cebolla. Pero… ¡nada! La cebolla es pura tela. “Como cebolla”, dice, “ha sido mi vida, toda tela, toda apariencia…sobre mi lápida escúlpase en letras de molde estas palabras: “Aquí yace nadie”.
Peer Gynt era Don Nadie, por no haber consultado nunca en su larga vida sino su Yo y sus intereses. No se había puesto a sí mismo al servicio de nada que beneficiara a los demás. En ningún corazón agradecido sobreviviría su nombre inmarcesible. El ególatra ha de resultar a la larga, o un loco o nadie, pero un hombre, jamás.
¿Quién es entonces el verdadero arquetipo humano? El que merece llamarse todo un hombre, posee tres cualidades básicas.
Es un ser libre que tiene sed de lo real. Su libertad se destaca cuando se le compara con los tipos anteriores. Don Juan es esclavo de una pasión baja; el “snob” esclavo de prejuicios aristocráticos; el ególatra  es esclavo del archidemonio Yo. El hombre verdadero, habiendo afirmado su libertad frente a sus pasiones, sus prejuicios y sus ambiciones mezquinas abre de par en par las puertas y ventanas de su alma a los soplos y voces que le vienen del mundo real. Tiene sed de realidad.
El ser humano vive en dos mundos, un mundo de efímeras apariencias y un mundo de eternos valores. El hombre verdadero, salido, como los presos platónicos, de las cavernas de las apariencias, lo contempla ya todo bajo la luz de la Realidad. Se atreve a mirar de frente el Sol.
Parte del mensaje de Keyserling al mundo contemporáneo, es su insistencia sobre la necesidad de adoptar una actitud pasiva frente a las cosas que queremos investigar o que merecen investigarse. Dejemos primero que ellas nos hablen. Libres de prevenciones y prejuicios, dejémonos empapar en la atmósfera de ellas. Luego, lo que nos satisfaga, después de haberlo conocido, rechacémoslo. Pero no sea la actitud crítica la primera sino la última. Entonces podremos criticar con pleno conocimiento de causa.
De este modo no nos expondremos al cargo de que los que menos saben. El hombre verdadero, sediento de lo real, procede, en su búsqueda espiritual, en igual forma que los hombres de ciencia. Los descubrimientos científicos se hacen a base de la realidad objetiva. Los descubrimientos espirituales sólo se harán por un proceso de verificación honrada de la teoría o actitud que se someta a investigación.
Otro rasgo del hombre verdadero es el apasionamiento por algo superior. Hay grandes regiones del mundo real que no podrán ser descubiertas por los teóricos, preciosas experiencias que éstos no podrán nunca compartir. La única actitud creadora frente a la vida es la de aquel que se vincula a una idea o causa superior que le absorbe todas las energías del cerebro, corazón y brazos. Que sea un obrero en alguna forma. Que ponga su talento al servicio de algo de indiscutible importancia. Que encuentre, es decir, su vocación en la vida. Y en cuanto a dificultades intelectuales, ellas se solucionan muy a menudo no bien uno se pone a trabajar para cumplir un deber, o encarar en vida un ideal. Hay problemas que resultan insolubles en la soledad de la biblioteca y que podrían solucionarse fácilmente en la soledad del camino. “La acción”, decía Amiel, “es la quintaescencia  de la vida, como la combustión es la quintaescencia  del fuego”.
¡Con qué frecuencia la causa hace al hombre, así intelectual como moralmente! ¿Quién no ha sabido de hombres mediocres que se agigantaron, llegando a grabar hechos inmortales en las páginas de la historia, por haberse jugado la vida en una causa superior?
La pasión y no la apatía es el estado normal del hombre. Sólo son creadores los grandes apasionados.  Sólo ellos son capaces de grandes conquistas, comenzando por la conquista preliminar de un carácter personal aquilatado. “Ningún corazón es puro”, alguien ha dicho, “que no sea apasionado; ninguna virtud es segura que no sea entusiasta”. Hay que vivir en un vértigo, grita Unamuno. ¡Que lean y se inspiren en esa pieza de prosa candente de cruzado, con que éste prologa su “Vida de Don Quijote y Sancho”, quienes hayan visto la Estrella y estén dispuestos a seguirla.
Y si uno es todo un hombre, además resultará consecuente en su pensamiento y acciones. Compenetrado de la realidad, será un hombre de verdad o de la verdad, como dijera el Galileo a Pilatos. Su vida será de una sola pieza  y no llevará máscara de ninguna especie. Lo que piensa su alma blanca, eso mismo lo dirá y lo cumplirá. Antes de claudicar preferirá morir. Pensando en hombres de esta fibra, dice Romain Rolland: “Id a la muerte los que debéis sufrir. No se vive para ser feliz sino para cumplir con una ley. Sufre y muere, pero procura lo que debes ser: Un hombre.”

(De “El sentido de la vida”, J.A. Mackay

viernes, 15 de noviembre de 2013

JESÚS EL CAMINO A LA VIDA

“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 14:12)
Pero ¿Quieres estar seguro del camino que sigues? He aquí lo que enseña la Palabra de Dios acerca del camino verdadero que no conduce a la muerte: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 24:6). Pueda que usted sea una persona muy religiosa y cree que por cumplir sinceramente ciertas reglas y preceptos de su religión piensa que está en buen camino y sin embargo se dirige, sin tener conciencia de ello, al abismo y a la muerte. Quizá usted ha hecho una introspección de su vida y ha concluido que es una persona razonable, decente, muy cultivada; que no hizo nada malo a nadie. Que como el fariseo en su oración pensó: “…Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano…”. Mostrando así una soberbia espiritual en relación a tu prójimo, oración que evidentemente Dios no lo escuchará.
¿Sabes? Sólo Jesús es el camino cierto y seguro para allegarnos a Dios. El Apóstol Pablo también confirmó esta verdad en una de sus cartas, Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres. No hay otro. Además Jesús es la verdad, en tanto en cuanto él nos reveló completamente la voluntad de Dios para nuestras vidas y las plasmó en las Escrituras. Los religiosos de los tiempos de Jesús habían establecido su verdad, y cada uno tenía lo suyo; pero en realidad eran las mentiras de Satanás que utilizó y utiliza sus operadores para inducir a error y al pecado a todos los seres humanos. Jesús también es la vida, porque por la fe en su nombre podemos recibir una nueva vida, vida abundante; quienes no creen en él, según enseñan las escrituras está muerto en sus delitos y pecados.
Yo le animo estimado lector de que usted tome hoy una decisión por Cristo: Esto es que primeramente reconozca que es un pecador esclavizado, luego lo confiese  ante él, lo abandone completamente (arrepentimiento) y tome la determinación de seguirle cada día. Estoy seguro que usted experimentará una novedad de vida.
Hoy debe tomar esta decisión mañana puede ser demasiado tarde.

Práxedes Reynaga.

sábado, 12 de febrero de 2011

EL BUEN GRANO DE TRIGO

“De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan Cap. 12: versículos 24,25)

Estas expresiones las vertió el Señor Jesucristo ante la proximidad de su muerte en la cruz del monte Calvario. Les dijo a Andrés y Felipe, cuando éstos cumplían con el encargo de unos prosélitos griegos-convertidos al judaísmo- que querían ver a Jesús. La manera reiterada como el Señor les comunica “de cierto, de cierto…”  muestra que lo que se iba a decir era una enseñanza muy relevante.
Parafraseando el texto podemos decir respecto del trigo lo siguiente:
a. Si el trigo cae a tierra y muere el resultado es que lleva mucho fruto
b. Si el trigo no cae a tierra ni muere el resultado es que queda solo (no se reproduce).
Por  simple observación sabemos que si tenemos granos de trigo, digamos en un frasco de vidrio y lo tenemos en nuestra alacena no sucede nada. Y si por el contrario, tomamos esos granos de trigo y lo ponemos en contacto con la tierra. Los sembramos y a los pocos días germinará la semilla, la vida se abrirá paso; luego después al crecer nos dará una espiga, llevará ya no un grano sino muchos granos.
Dentro del contexto de la lectura de estos versos, el grano de trigo es el cuerpo de nuestro Salvador Jesucristo, que estaba muy cercano a ser puesto bajo tierra. Esto es ser muerto por nuestros pecados en la cruz, sepultado y luego ser resucitado. Era necesario que sucediese aquello  para nuestra salvación. Porque de lo contrario habría vuelto, Jesús,  al cielo sin pena ni gloria; no se hubiera dado ninguna salvación. Pero el Señor vino a este mundo con un propósito específico, para morir por los pecadores: “Más Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).
Satanás luchó a brazo partido, durante la existencia física de nuestro Salvador,  para frustrar los propósitos  de Dios e impedir nuestra salvación. Apenas nacido Jesús buscó matarlo “…he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.”  (Mat. 2:13c). Mientras nuestro Señor Jesús ejercía su ministerio terrenal, Satanás, usó a los dirigentes judíos para  pretender quitarle la vida antes de tiempo: “Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle” (Jn. 7:1). El mismo Señor les increpa a los líderes judíos “¿no os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué procuráis matarme? (Jn. 7:19).
En muchas ocasiones los judíos intentaron matarle  por apedreamiento: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió  y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.” (Jn. 8:59). Más adelante “Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle..Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.” ( Jn. 10:31,33). No conforme con todo ello, Satanás va usar una persona del círculo más íntimo del Señor Jesús, como es  Pedro. El Salvador instruía a sus discípulos:” que le era necesario ir a Jerusalén  y padecer  mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.” (Mat. 16:21). La reacción voluntariosa y carnal de Pedro fue  decirle al Señor:”… Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” (Mateo 16: 21,22).  Por supuesto mereció el rechazo inmediato del Señor Jesús, porque discernió que era Satanás  quien había puesto en boca de Pedro  esta idea de auto conmiseración y no hacer la voluntad de su Padre.
Pero llegado el tiempo de Dios  y no en el tiempo de los hombres Cristo cumplió los propósitos de Dios Padre, pues dijo: “... Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.”(Jn. 12:23). En efecto ahora si cayó el trigo en el seno de la tierra (muerto y sepultado) el resultado después de su resurrección y ascensión al cielo (glorificación) es que trajo mucho fruto: Almas redimidas por su preciosa sangre derramada en la cruz.  Esos muchos frutos no son sino ese contingente de discípulos que primero fueron doce, luego ciento veinte en Aposento Alto (Hech. 1:15); se añadieron tres mil más (Hech. 2:41) para incrementarse a cinco mil (Hech. 4:4) y así sucesivamente hasta que culmine el tiempo de la gracia. “…pero si muere, lleva mucho fruto.”
Este mismo principio debe ser replicado en la vida de todo discípulo de Cristo para que  pueda llevar fruto. No podemos producir fruto para Dios si es que  no morimos al mundo y a nuestra carne. Tenemos que estar conectados con el Señor Jesucristo.”Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (Jn. 15:5).El Apóstol nos instruye: “…haced morir, pues, lo terrenal en vosotros…” (Col. 3:5a) y en otro texto señala  “…los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él.
Relacionado con el versículo ya analizado leemos “el que ama su vida, la perderá, y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Jn.12:25) empero ¿qué significa este verso? De la misma manera que el versículo anterior podemos parafrasear así:
a. El que ama su vida en este mundo la perderá
b. El que aborrece su vida en este mundo  la guardará para vida eterna.
En el punto (a) lo que se nos dice, en buen romance, es que si amo la vida mundana sin tener en cuenta a Dios; lo que yo puedo esperar es mi perdición y llegar a ser inquilino del infierno en la eternidad. Por el contrario en el punto (b) si aborrezco vivir la vida mundana de espaldas a Dios;  pero elijo la vida de obediencia a Dios lo que obtengo es la vida eterna, el hogar celestial será mi destino.
                El apóstol Pablo lo expresó esta verdad con meridiana claridad cuando escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Gal.2:20). No somos llamados a exhibir el yo, sino a Cristo en nuestras vidas. Aborrecer su vida en este mundo significa  hacer morir el yo y dejar que Cristo sea reflejado en nuestras vidas. Eso es ser creyente, eso es ser discípulo de Cristo.  No juguemos pues a la religión: soy de tal iglesia o de cual iglesia, de la mejor doctrina o peor doctrina. Lo que importan es la calidad de fruto que somos a los ojos de Dios. Los poemas místicos de Santa Teresa de Ávila no están lejos de esta genuina aspiración por agradar al Señor al versificar: “Vivo sin vivir en mi/ y tan alta vida espero/que muero porque no muero. /Vivo ya fuera de mí, /después que muero de amor, / porque vivo en el Señor, /que me quiso para sí;/cuando el corazón le di/ puso en mí este letrero:/’que muero porque no muero’”.

FIN
Práxedes Reynaga E.  febrero 2011-02-12

lunes, 15 de noviembre de 2010

Escudriñando La Palabra del Señor..."Jesús Lava los pies de los discípulos" (Jn.13:2-17)

Esta acción ejemplar del Señor Jesucristo se produce durante una cena, ¿dónde? en el Aposento Alto. Al principio del relato se destaca que Judas Iscariote ya había dispuesto en su corazón entregar a su Maestro a las autoridades religiosas, quienes tenían la aspiración nefasta de darle muerte. Por otra parte se advierte que nuestro Salvador está plenamente consciente que va hacia la cruz a sacrificar su propia vida y ser glorificado en su resurrección y ascensión hacia el cielo, de donde había descendido. Temporalmente él  se despojó de su gloria para venir a la tierra "... que había salido de Dios, y a Dios iba" (Jn. 14:3).
Era costumbre entre los judíos que la persona que invitaba a una cena disponía de un esclavo para que lavase los pies de sus invitados, que por caminar entre las calles polvorientas y con sandalias abiertas traían los pies sucios. La limpieza de los pies era una cuestión previa al disfrute de la cena. Lo cierto es que en Aposento Alto todo estaba dispuesto, además de la cena; estaba listo el lavamanos, la jarra, estaban los paños de lino, había agua en la jarra. No obstante ninguno de los discípulos tomó la iniciativa de cumplir esta tarea de lavar los pies. No podría ser de otra manera, porque si recordamos entre los episodios relatados en los evangelios encontramos que Jacobo y su hermano Juan pidieron que en la "gloria" del Señor les concediese el privilegio de sentarte a su derecha y izquierda, respectivamente (Mr. 10:37), los otros diez "comenzaron a enojarse contra Jacobo y Juan" (Mr.10:41). Es evidente que ¡todos eran orgullosos! Ninguno de ellos estaría en condiciones de "rebajarse" haciendo nada menos una labor de un esclavo o siervo. ¡Qué tragico es cuando los cristianos no estamos dispuestos a prestar un servicio humilde!.
Pero el Señor y Maestro, Jesús, esbaba allí observando esa actitud de sus discípulos que aún no habían asimilado la lección. Según la narración bíblica, el Señor Jesús comenzó a lavar los pies de todos sus discípulos incluido Judas Iscariote. Les dio una gran enseñanza de humildad y servicio. Pedro, el siempre impulsivo discípulo le dice que Tú siendo nuestro Señor y Maestro ¿vas ha ejecutar una tarea denigrante de esclavo y siervo? ¡No puede ser! pero el Señor le dice que ahora no está está en condiciones de entender y que después lo entendería.
El siempre listo discípulo, Pedro, dice que también le lave las manos y la cabeza. Entonces el Señor le aclara que "...el que está lavado" (Jn. 13:10), mejor dicho bañado , esto es, "purificado de la pena del pecado por medio de la sangre de Cristo", no necesita sino lavarse los pies. Todos los discípulos a excepción de Judas Iscariote habían recibido a Jesús como su Señor y Salvador, pero en su transitar en la vida no estaban exentos de la contaminación del pecado.
Luego del gran ejemplo el Señor Jesús, los llama a seguir su ejemplo qué él les dió. La Pregunta es ¿deberían lavarse los pies literalmente los unos a los otros con agua? Como ocurre actualmente en algunas iglesias actualmente en lo que se denomina la semana santa. ¡por su puesto que no! Más bien tiene un significado espiritual, lo que el Señor nos enseña es que los que nos preciamos sus discípulos, los que formamos parte de su iglesia, deberíamos mantenernos limpios los unos a los otros, mediante una constante comunión en la Palabra. Por ejemplo, si alguien ve a su hermano enfriándose a punto de volverse mundano, debería exhortarle con amor mediante la Biblia. Muchas veces el orgullo o la animosidad personal nos impiden humillarnos a servir a nuestros hermanos, debemos recordar que ninguno es mayor que su Señor (Jesucristo).
Finalmente la Palabra del Señor nos muestra de cuan beneficioso para nosotros es obeceder el mandato del Señor, pues dice "si sabéis estas cosas, bienaventurados (dichosos) seréis si las hiciereis" (Jn. 13:15). No sólo es saberlo sino practicarlo, "la fe sin obras es muerta", como diría el escritor bíblico, Santiago.

FIN

sábado, 9 de octubre de 2010

¿EN QUÉ CRUZ MURIÓ EL SEÑOR JESÚS?

Hay una secta religiosa que pretende denigrar a nuestro Señor Jesucristo al decir que él es "un dios", y quieren hacer  creer a los incautos que no es Dios. Con ese propósito diabólico  han adulterado todos los textos del Nuevo Testamento que hablan de la deidad de Jesucristo y así acomodar la Biblia a su doctrina malsana. Esa traducción de los Russelistas se denomina "Nuevo Mundo", yo diría versión del nuevo engaño, del padre de las mentiras. Y como si esto fuera poco, los mal llamados "Testigos..." aseguran que el Señor Jesús murió colgado en un palo y no en la cruz que todos conocemos.
En primer término debemos indicar que la palabra "crux", en latí y "stauros" en griego sí primariamente significaba un palo vertical donde se castigaban a los delincuentes, suspendiéndolo o clavándolo; pero la palabra "stauros" no permaneció con un solo signficado. Todo lo contrario, adquirió más de un significado dependiendo del lugar, el tiempo y las costumbres. Así la palabra "stauros" (cruz) tuvo tres connotaciones o significados: "Conmisa" que era una cruz como la "T", cruz "inmisa" o latina, la cruz que todos conocemos; y finalmente la cruz "simplex" que consistía en un palo vertical.
¿En qué cruz murió nuestro Salvador? en la cruz "inmisa" o latina, la cruz clásica que todos conocemos y para ello nos basamos en tres fuentes, a saber: La tradición, los escritos del historiador Josefo que vivió 95 años después de Cristo y sobre todo la fuente de fuentes: La Biblia.
Las Sagradas Escrituras nos enseña que el Señor Jesucristo no murió según la ley judía sino según la ley y costumbre romana, como se puede leer: "entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie."(Jn. 18:31), queda muy claro que el Señor murió a manos de los romanos. Históricamente los romanos y fenicios emplearon la cruz "inmisa" o latina como medio de ejecución y tormento.
En otro pasaje bíblico que arroja más luz sobre lo que venimos tratando leemos:"y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDÍOS." (Mat. 27:37).Pregunta: ¿Si la cruz en que murió Jesús era un palo solamente en donde la parte superior está ocupado por sus manos sea que esté atado o clavado, podría colocarse un letrero sobre su cabeza? Imposible, el texto diría sobre sus manos y no sobre su cabeza.
Otro texto contundente lo encontramos en el Evangelio de Juan: "le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El dijo:Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré" (Jn. 20:25). Otra vez, si hubiera sido un palo no habrían sido necesarios "los clavos" (plural). Un solo clavo sería suficiente ¿no?
Alguno podrá aducir que Jesús efectivamente murió en un madero, es decir en un palo y no en la cruz "inmisa" amparándose en Hech. 5:30 "El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero". Es evidente que el escritor bíblico ha echado aquí mano de una figura literaria para darle mayor colorido y fuerza al relato. Esta figura es conocida como la metonimia en el que se sustituye un término por otro. Así cuando decimos Sérvulo Gutiérrez es "un gran pincel" estamos significando que es un excelente pintor. Si lo tomamos literalmente no tendría sentido. O cuando decimos Gonzáles Prada tenía una "pluma incisiva" estamos afirmando que era un escritor agudo. La expresión "colgándole en un madero" alude al elemento madera del que estaba construido la cruz "inmisa", donde fue muerto nuestro amante Salvador Jesucristo.
fin.